Entre las funciones de toda empresa se encuentra la de innovar. Es necesario ofrecer un mejor servicio o producto, cada día. Muchos afirmarán que los salarios de directivos de grandes empresas son desorbitados. Sin embargo, desorbitada es también la responsabilidad que recae sobre la decisión de qué innovar, cuándo y cómo.
Por supuesto, acabaremos equivocándonos.
Peor aún que eso, es intentar subsanar nuestro error con una tirita o, como suelo decir yo, al estilo «windows». Al final nos encontramos con un entramado de parches y tiritas y empalmes que no se sostienen solos. Y, ante todo, una credibilidad y confianza ausente por parte de nuestro usuarios.
Este es, sin duda, el caso de Firefox.
Antes de la hecatombe
En un tiempo no muy lejano existía un explorador que era mágico. ¡Plantaba batalla al tradicional Internet Explorer! Podría crear pestañas por arte de magia, y tenía un rendimiento admirable. ¡Las páginas se veían como debían de verse! Y sus opciones para desarrolladores, ¡evitaban tener que utilizar software extra!
Era tal la satisfacción, que yo mismo, en cuanto se planteaba alguna duda respecto a IE, afirmaba: «Eso no es una explorador» -instalaba Firefox- «ESTO, es un explorador». Todos éramos felices en ese 3.6
La hecatombe
Y entonces…llegó Firefox 4.
Fue la primera vez que vi la ruedita multicolor de espera de mi Macbook durante más tiempo en todo el uso que le he dado. La primera vez que Firefox se cerraba por un error al intentar escribir una publicación en WP. Bueno, la primera, y la segunda…y la tercera…Más o menos cada 10 minutos.
Por si fuera poco, a esta versión le añadieron lastres. Y una panza más grande, para que consumiese ingentes cantidades de recursos.
Después del fin del mundo
Después de ello, sacaron Firefox 5.
Muchos vimos el cielo. Muchos confiamos ciegamente. Rezamos a los dioses cibernéticos. Pero nada pasó.
Ni tampoco en Firefox 6….Ni, finalmente, en el 7. El que estaba convirtiéndose en el navegador por excelencia nos había traicionado a todos.
Muchos afirman que se trata de una mala configuración por parte del usuario, que el usuario debe de configurar A y luego B…
Si el usuario no puede disfrutar de nuestro producto directamente «salido de la caja», algo estamos haciendo mal. Si estamos pidiendo al usuario que realice diferentes configuraciones simplemente para navegar, algo estamos haciendo mal. Y este mal, tarde o temprano, terminará reflejándose en la estadísticas:
Lo que debemos aprender
Innovar es necesario, es una parte ineludible de nuestro trabajo con el producto. Pero muchas veces tendemos a innovar con lo que creemos que los clientes necesitan. Nos preguntamos «¿Es esto bueno para el cliente?» en lugar de «¿Cree el cliente que esto es bueno?». Si lo es, pero el cliente no lo cree, deja de serlo.
Empresas como Firefox o Facebook han demostrado el gran miedo que tienen a reconocer que se han equivocado. Podrían haber retirado la versión y haber seguido trabajando en ella, modificándola. En lugar de ello, prefieren pensar en algún «arreglo» que ponerle.
Debemos de mantener aquello que hace que nuestros cliente lo sean. Sin excepciones.