Debido a mi actividad en el tercer sector, en varias ocasiones he tenido el «privilegio» de verme a medio camino entre dos (o más) contexto culturales diferentes. En este punto medio uno puede apreciar ciertas diferencias, por ejemplo, sobre los temas que resultan relevantes o «de interés general» en uno y otro contextos.
Una de las problemáticas que ha sido foco de atención en el mundo anglosajón durante la última década, ha sido la de la identidad y el genero. Y, a pesar de que en el mundo hispanoparlante (especialmente en el contexto académico relacionado con la antropología, la sociología y la psicología) este tema también ha sido abarcado, no parece haber calado en la sociedad en general; al menos no de forma tan práctica como en el mundo anglosajón.
Sin embargo, es un asunto que ya está ahí, que nos incumbe a todos, y que va más allá de la propia cuestión de identidad; ya que, de forma trasversal, abarca problemática de estereotipos y discriminación.
Hablar sobre la diversidad de género y el derecho a la identidad, es también hablar sobre la lucha contra los estereotipos.
Hace unos meses, una docente planteaba un caso real en Facebook:
Y es que en castellano, tenemos un gran problema a la hora de adaptarnos a la diversidad de género, especialmente cuando la persona no se identifica dentro del espectro binario (es decir masculino ó femenino). A diferencia del inglés, gran cantidad de nuestros adjetivos se usan con un género específico, que hace imposible usar una forma neutra (ej.: callado/a).
Si bien esto puede «arreglarse» (muy entre comillas, ya que no es aceptado por la R.A.E) sobre papel con una recurrida @, cuando se trata de la comunicación oral, la cosa se complica. En el mundo anglosajón recurren al plural («They»), o a nuevos pronombres como «E» (en lugar de «He» o «She»).
Género, comunicación y protocolo
¿Cómo nos afecta esto a nosotros como protocolistas o comunicadores?
Teniendo en cuenta que uno de los objetivos del protocolo es crear un marco de respeto mutuo en el que ambas (o varias) partes se sientan cómodas, y así facilitar un diálogo (o desarrollo de evento) favorable, tener en cuenta las preferencias de identidad de una persona es algo que debería de darse por sentado.
Y, en este sentido, no podemos dejarnos llevar por el cómodo pragmatismo. Que sea difícil, no quiere decir que, como profesionales, no debamos intentarlo.
Pero ¿cómo? ¿cómo tenemos en cuenta la nueva realidad del género en la práctica?
- En caso de duda, pregunta: Si no estás seguro del género con el que quiere identificarse una persona, pregunta. No es algo que esté mal visto, más bien lo contrario. En el mundo anglosajón es cada vez más frecuente preguntar a una persona su genero y el pronombre de preferencia antes de comenzar cualquier diálogo entre personas que no se conocen.
Por supuesto, aquí entra nuestra habilidad de hacer esta pregunta de forma no abrupta/violenta (en los formularios de inscripción, en las tarjetas colgadas al cuello, etc…) - Actualiza tus documentos: Sí no lo hacen ya, deberían de reflejar esta diversidad. Olvídate del «Hombre/Mujer» como casilla de doble opción. En lugar de ello, pon un campo a rellenar.
- Usa el plural y términos englobadores: El alumnado, antes que «los alumnos».
Pero, ante todo, no desistas.
Es en este tipo de desafíos en los que se demuestra hasta que punto estamos dispuestos a cambiar y adaptarnos a fin de crear un espacio seguro y cómodo para los usuarios/invitados.
En este artículo en particular, me encantaría leer vuestros comentarios. ¿Habéis adaptado vuestra comunicación a esta nueva realidad? Si es así ¿cómo?
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